"Las cuidadoras de personas dependientes en Madrid se movilizan: 'Durante la pandemia fuimos esenciales, pero nuestros salarios son una vergüenza'"
Suena el repicar de cacerolas, silbidos y clamor popular en las puertas del Ayuntamiento de Madrid, mientras este lunes se discuten en pleno los Presupuestos para 2025. Más de 200 manifestantes, quienes se dedican a la atención de personas dependientes en sus hogares, han acudido a Cibeles para exigir un salario más justo. La remuneración actual se aproxima al Salario Mínimo Interprofesional (SMI) y, en la mayoría de los casos, está ajustada a jornadas reducidas. Las empresas para las que laboran son privadas, pero están subcontratadas por la Administración municipal. El Consistorio les prometió un incremento del 10% en junio, pero medio año después, esa mejora sigue sin materializarse. Es muy probable que no se concrete. “Durante la pandemia nos dijeron que éramos esenciales, pero continuamos recibiendo salarios indignos,” afirma sin reservas Encarnación García, una mujer que lleva varios años dedicándose a cuidar a personas mayores en sus hogares, un servicio público ofrecido por los ayuntamientos a personas dependientes y que se lleva a cabo a través de empresas privadas.
Solo en la capital hay más de 12.000 auxiliares de ayuda a domicilio para cuidar a casi 90.000 personas dependientes, no solo mayores, aunque sí la mayoría. El salario del sector en Madrid es de 15.875 euros al año en 15 pagas, 1.080 euros brutos al mes. Eso ocurre cuando la jornada es completa, pero en la mayoría de los casos no es así, porque necesitan conciliar. Según Darío Ferrer, portavoz de UGT, el 80% de las trabajadoras ―porque en su mayoría son mujeres― tiene jornadas reducidas. A fin de mes, no ingresan más de 800 euros. “Esto genera muchísimo desgaste”, señala Ferrer.
Una de ellas era Helen Acuña (de Bolivia, 28 años), que ha ido a la manifestación este lunes porque no llega a fin de mes. Hace jornada reducida, de 30 horas semanales y su salario neto es de, aproximadamente, 700 euros mensuales. Dice que su trabajo no es el que le prometieron porque ella se preparó para cuidar a gente con problemas y la llaman para que coja la escoba o el estropajo. “Yo me dedico a los cuidados, tuve que estudiar un curso de 1.400 euros para entrar a trabajar, pero la mayoría de los ancianos me quieren para que limpie sus casas”, dice. Ella acaba accediendo casi siempre por miedo a perder su única fuente de ingresos. “La empresa siempre les da la razón”.